lunes, 19 de marzo de 2012

Ahora más que nunca… resiliencia

Hay personas que a pesar de haber sufrido situaciones personales y  profesionales muy duras, salieron de ellas airosas y fortalecidas; supieron reorganizarse, rearmarse, resistieron la presión y pese a lo adverso de la experiencia, no sabemos cómo, pero fueron capaces de continuar haciendo las cosas de manera correcta (en ocasiones con todos los elementos en contra).

Si somos espectadores o compartimos la vivencia con ellas, decimos en corrillos “no sé cómo lo puede resistir” “cualquiera en su situación acabaría psíquicamente mal”. Les admiramos. Es para admirar. Son personas resilientes, que por avatares de la vida han aprendido e interiorizado que “lo que no mata te hace más fuerte”. Son auténticas “aves fénix”.


Imagen: Pixabay
En estos momentos de profunda crisis económica y social las personas resilientes tienen una clara ventaja competitiva, porque como el título del libro de Stanley Bendelac “Lo importante no es cómo te caes sino cómo te levantas”. Con la “resiliencia” no se nace; la resiliencia se aprende, hay que “entrenarse” y “sacar músculo”. Se puede hacer. Te propongo que lo intentes:

Dedica tiempo a mirar en tu interior. Descubre cuales son tus fortalezas y tus debilidades. Sé tu mejor crítico. El más severo. Cuando sabemos “de qué pie cojeamos” y cuales son “nuestras virtudes”, es más sencillo que aceptemos las críticas en su justa medida y que las hechas con “mala baba” nos resbalen. Al conocernos mejor identificamos más claramente nuestras necesidades y motivaciones –lo que nos impulsa- y nuestros miedos –lo que nos paraliza-.


Aumenta tus niveles de autoestima. Vales más de lo que crees. En vez de centrarte en tus carencias, potencia tus virtudes. Todos tenemos un talento oculto; la mayoría de las veces nos hemos encargado de ocultarlo tanto que creemos que no existe. Es mentira. Cada uno de nosotros poseemos algo (cualidad, habilidad, conocimiento…) que nos diferencia y que realizamos mejor que los demás. Confía más en ti. 
 
Aprende a reírte de ti mismo y de los errores que puedas cometer. El sentido del humor ayuda a relativizar. Nos tomamos a pecho demasiadas cosas y no todas son vitales.

 
No eres una isla, no actúes como tal. Interésate por lo que acontece a tu alrededor, comprométete y ayuda a las personas que están a tu alrededor. A veces simplemente necesitan que las escuchemos. Dedica tiempo a la escucha activa e intenta desarrollar la empatía. Tú también necesitas que la ejerzan contigo. Cuando uno cae es muy importante poseer una fuerte red que le sostenga. Dedica tiempo a tejer la tuya.
 


Abandona el rol de “pegatina adherida al problema. Sé resolutivo. Observa el obstáculo o la situación estresante; piensa qué parte puedes abordar y actúa; que no te paralicen ni el miedo ni el esfuerzo; aprende a dejar de lado, para otro momento, lo accesorio o lo que no puedas solucionar por tus propios medios. 

Intenta ser optimista y a pesar de sus sinsabores trata de aprehender algo positivo de cada situación, siempre lo hay, sólo tienes que buscarlo.


No existen fórmulas mágicas que nos den la vuelta como a un calcetín, pero sí técnicas probadas que posibilitan la construcción de una imagen más sólida de nosotros mismos. Es ahí donde reside la fuerza que cuando llegue el momento nos permitirá “resurgir de nuestras cenizas”.



domingo, 4 de marzo de 2012

Ser feliz en el trabajo también depende de ti

¿Eres feliz en tu trabajo? 


En los tiempos que corren parece que plantearse esta pregunta es una auténtica desfachatez pero si consideramos que invertimos en la actividad laboral la mayor parte de nuestro tiempo vital ¿no os parece oportuna?

Ser feliz en el trabajo se considera casi una utopía, un premio que sólo obtienen unos pocos, pero  ¿qué te haría feliz a ti en el trabajo? ¿qué elementos puedes aportar tú para alcanzar esa felicidad?


Imagen: Pixabay
La felicidad no es un punto de llegada, es una forma de caminar. No es un estado, está compuesta por pequeños momentos que sumados nos hacen sentir bien.

La vorágine en la que estamos inmersos y con la que nos toca lidiar hace que por una parte, no seamos capaces de atrapar esos momentos –pasan por nuestro lado sin darles importancia- y por otra, esa FELICIDAD quede pospuesta: seré feliz cuando me cambien de jefe, cuando me asciendan, cuando consiga el proyecto, cuando me ubiquen en un despacho, cuando me suban el sueldo…., sin quererlo o más bien sin darnos cuenta dejamos que el tono gris se implante en nuestra actividad y cuando el gris se instala de manera permanente es muy fácil que se convierta en negro.

Es evidente que hay elementos que contribuyen activamente a hacernos profundamente infelices: si tienes un jefe que es un auténtico psicópata, las jornadas laborales se convierten en un martirio; pero no hablamos de situaciones extremas. En situaciones normales, la felicidad depende de nosotros mismos, mucho más de lo que somos capaces de reconocer.

La actitud positiva ante la vida en general y en el trabajo en particular te acerca a ese grado de felicidad o si quieres, disminuye tu grado de infelicidad. Así:
Ø   Tal vez el trabajo que desempeñas te parezca aburrido, monótono, alejado de tus capacidades. En este caso, piensa cual sería el valor añadido que tú podrías aportar y plantéalo (tal vez no recibas un aumento de sueldo ni un ascenso, pero puede también que esa iniciativa se lleve a cabo y con ello aumentes tu satisfacción, además de conseguir cierta visibilidad y quien sabe iniciar “el efecto mariposa”). 

Ø   Intenta ser flexible. Hablamos de ser un junco, no de estar todo el día bailando con un aro en la cintura. Determina tu núcleo vital, la base de tu pirámide de valores, aquello que va a ser innegociable, el resto puede variar y tú podrás adaptarte al cambio. Las posturas rígidas nos llevan a la intransigencia y en una organización, como en la vida, la realidad es la suma de las realidades percibidas. Tu visión es tan importante y valiosa como la de los demás.
  
Ø   Elimina todo aquello que es superfluo pero a lo que damos demasiada importancia: la ubicación de tu mesa de trabajo, si tienes o no despacho u ordenador portátil o plaza de garaje…, todos estos elementos ayudan a ganar comodidad, “estatus” pero carecer de ellos no debe hacernos infelices. Pregúntate, ¿por qué te hace daño no tenerlos?  Seguramente en la respuesta incluyas alguna comparación con otro compañero/a que sí los tiene. No te compares, es la manera más fácil y rápida de llegar a la infelicidad.
  
Ø   “No hace daño quien quiere sino quien puede”: es difícil asumir las críticas, pero no podemos pretender gustarle a todo el mundo. Debemos discernir qué críticas o feedback son importantes registrar por quienes las emiten -en este caso hay que recapacitar y analizar qué parte debemos trabajar para mejorarla- y saber diferenciarlas de las que debemos desechar al ser lanzadas por sujetos llenos de envidia, rencor.. aquellos que expanden rumores dañinos, muchos de ellos con “Síndrome de Mediocridad Inoperante Activa” sin diagnosticar. En estos casos descártalos, que te rocen sin producir en tu interior rasguño alguno, si ven que te hieren en lo más profundo, atacarán con mayor fuerza; sigue trabajando con profesionalidad e intenta dejar “las emociones en el perchero”.
  
Ø   Huye de los “Dementores: personas que circulan por la Organización absorbiendo la esperanza, la energía…, siempre con rumores negativos, expandiendo su frustración. Además de robarte el tiempo –que luego deberás recuperar incrementando tu nivel de estrés- te inoculan un sentimiento negativo de profunda desesperanza: sus problemas los introduces en tu mochila y acabas por pensar que también son los tuyos.


Ø  Ten claro lo que sí te gusta de tu trabajo y poténcialo: la relación con el cliente tal, el grupo de trabajo en el que participas, el café que tomas con fulanito, el proyecto finalizado, la estabilidad que te puede aportar, lo cerca que está de tu casa, las políticas de RRHH… en general no somos conscientes de la cantidad de elementos positivos que nos rodean, solemos darnos cuenta cuando ya nos los tenemos. Anótalos mentalmente y repásalos diariamente, eso te ayudará a “atraparlos” y “anclarlos” interiormente.

 
Según diversos estudios somos “felices” si mantenemos el ratio de 3 pensamientos positivos ante 1 negativo. Haz tu balance diario, con objetividad, seguro que te sorprenderá el resultado.
Fuente: Google


Si después de este ejercicio no tienes absolutamente nada positivo en tu entorno laboral, tal vez deberías plantearte seriamente si debes continuar allí; aún en los tiempos que corren, todos sabemos que ser profundamente infeliz en el trabajo influye negativamente en el resto de aspectos de nuestra vida y merma seriamente la salud. Una vez más depende de ti continuar o no encerrado en el círculo vicioso.
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