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sábado, 3 de octubre de 2015
martes, 21 de julio de 2015
Infografía: 5 características del Mediocre Inoperante Activo
Porque estar a su lado puede llegar a ser insufrible.
Muchos de ellos -los que tienen poder- son auténticas armas de destrucción masiva.
En esta #infografía resumo 5 los comportamientos que les caracteriza:
martes, 23 de junio de 2015
Frozen: cuando sobran las palabras
En este blog ya os he hablado
de la gestión de conflictos y de cómo cada un@ de nosotr@s nos enfrentamos a
ellos. Hoy me apetecía hacerlo sobre los que yo llamo “conflictos frozen”, los que se gestan a base de distancia, posturas
forzadas y silencios aplastantes.
Si alguien a la vista del
conflicto soterrado nos pregunta ¿qué es lo que sucede? no sabremos concretar.
En la relación con esa/s
persona/s los pequeños agravios han ido acumulándose, resquebrajando la
confianza y depositando capas de hielo sobre ella.
¡Eso sí! Nadie podrá decir qué es lo que se debe
arreglar, cual es el conflicto real oculto; simplemente bajo una forzada
capa de helada cordialidad se esconde
un volcán de emociones tóxicas a punto de entrar en erupción que hacen
irrecuperable la normalidad.
En el ámbito laboral, este
tipo de conflicto crea una onda expansiva que acaba alcanzando al resto de
miembros del equipo o colaboradores, quienes ante la presencia de los combatientes
de guante blanco se sienten incómodos compartiendo ese ambiente helado.
Pero lo que realmente
diferencia el conflicto frozen es
que el paso del tiempo imposibilitará resolverlo mediante el diálogo. ¿Por qué?
te preguntarás.
Ahí van 4 posibles
respuestas:
Aparentemente
no ha sucedido nada, no existe una mala relación, ni palabras malsonantes, ni
hechos concretos ni desavenencias por resolver. Simplemente hay distancia que puede confundirse con precaución,
razón de piel, incompatibilidad…
2. Cómo hablar de un problema del que desconozco su origen.
Las
partes implicadas esperan conocer qué ha hecho al otro acortar la cercanía de
antaño (partiendo siempre de la base de que es "el otro" el que se siente herido
sin razón aparente y muchas veces, de manera honesta, se desconocen los motivos).
3. Cómo hablar cuando la paranoia nubla la razón.
Cuando
uno se esfuerza en mantener la calma y aparentar normalidad, difícilmente puede
sentarse y poner fin a esa tempestad interna que lo está
arrasando todo.
Sólo
se sabe que hay que protegerse pero
no contra qué, por lo que la duda de ¿estaré vendo fantasmas? planea
constantemente en esos encuentros.
No
somos capaces de concretar, simplemente la relación se ha congelado, por múltiples
motivos. El que no los reconozcamos no quiere decir que no existan.
Ante
esta circunstancia ¿qué podemos reprochar sin recibir reproches?
Por eso, cuando aparece el conflicto
frozen, sobran las palabras, tal vez porque las debimos utilizar antes, mucho
antes de su aparición.
¿Qué opinas tú?
martes, 26 de mayo de 2015
El síndrome del impostor.
Sí, sí, existe y aunque no
esté catalogado como enfermedad mental, es un trastorno que identificaron las
psicólogas Pauline Clance y Suzanne Imes allá por 1978.
En la píldora formativa de
hoy, aprenderemos gracias a Patricia Ramírez (tienes el vídeo íntegro al final
del post) qué es, cómo se identifica y pautas para minimizar su efecto.
Qué
es el síndrome del impostor
Quienes lo padecen
–personas exitosas a nivel profesional- son incapaces de interiorizar sus
logros.
Creen que su éxito (normalmente
llega rápido y es contundente) se debe a circunstancias externas: el azar, la
oportunidad, la suerte. Ellas (sus conocimientos,
habilidades, talento) poco o nada han tenido que ver en ello.
Pasaban por allí, y ¡oye,
así a lo tonto, de pronto eran directivos de una multinacional o habían vendido
más de 200.000 ejemplares de ese librillo que escribieron en un suspiro!
Como minimizan, por no
decir que ocultan, su propuesta de valor, se convencen de que ésta no existe y
de que algún día en algún momento alguien se dará cuenta de que son un
auténtico “tongo”, un fraude.
Sienten realmente que lo
son.
Están convencidos de que los
demás acabarán por descubrirlos y señalarles con el dedo acusador.
Viven angustiados por la
inseguridad y el miedo.
Para
no caer en él, mantén a raya sus causas.
1. Baja autoestima.
Si
no eres capaz de reconocer tus méritos, tu talento, aquello que haces
especialmente bien, difícilmente disfrutarás de lo que consigas.
El
reconocimiento externo es necesario pero el interno, el que te dices cada
mañana al mirarte al espejo es realmente un gran impulsor.
No
se puede andar con la autoestima a la altura del tobillo, porque es muy
probable de que sin querer o queriendo otros te la pisen.
2. Exceso de humildad.
Entre
el autobombo, el hablar y hablar de lo bien que sabes hacerlo todo y que el
mundo se mueve gracias a ti, y el más absoluto de los silencios hay un término
medio.
No
sólo debes decirte a ti mism@ “oye, qué
bien me ha salido esta tarta” “estuve
brillante en la reunión” “qué bien
estoy llevando este proyecto”, sino que debes dar un paso más y contarlo a
tu entorno.
Hablar
de los méritos es necesario.
Si
no lo haces tú ¿Quién crees que lo va a hacer?
3. Atribución éxito fracaso.
Como
dice Patricia Ramírez, parece que sin esfuerzo no se consiguen las cosas.
Aquella
frase de “la fama cuesta y aquí es donde
vais a empezar a pagar con sudor”, se nos ha quedado grabada a fuego en la
mente y en el alma.
El
esfuerzo es importante, pero es cierto que todos tenemos una habilidad especial
para hacer “algo” y ese “algo” lo hacemos como por arte de magia, rápido y
bien. No nos cuesta. Pero a otros sí.
Como
no te cuesta (es el signo más claro de un talento natural), no le das
importancia, es más, se la restas.
Las
personas que padecen el síndrome del
impostor, son talentosas y muy competentes pero para ellas conseguir el que
las cosas salgan así de bien es su deber,
y cometer un error, por pequeño que sea, una falta que no se perdonarán
fácilmente.
¿Y cuáles son las pautas a seguir si
claramente “padeces” este síndrome?
Patricia
Ramírez nos propone las siguientes.martes, 5 de mayo de 2015
Infografía: 8 protectores de tu felicidad
Los
que me seguís sabéis que me gusta muchísimo la definición que Luis Rojas Marcos
hace de la Felicidad, como el nivel de satisfacción que cada uno de nosotros tenemos
con nuestra vida; no con una parcela, sino con todas y cada una de
ellas valoradas en su conjunto.
Y
lo que es más importante, que debemos
protegerlas.
Por
eso comparto con vosotros esta #infografía sobre 8 protectores que te ayudarán a mantener esos “niveles” de
satisfacción, es decir, tu felicidad.
Si
te ha gustado la infografía, compártela
martes, 14 de abril de 2015
La culpa la tiene el suelo pegajoso
¿Qué
es el suelo
pegajoso y qué tiene que ver con
la delegación de tareas en el ámbito laboral? Buena pregunta a la que
intentaré responderte.
Estamos acostumbrados a asociar el término suelo pegajoso a la
dificultad a la que nos enfrentamos, básicamente las mujeres, cuando al querer
conciliar vida familiar y laboral nos sentimos atadas a tareas
domésticas y de cuidado que nos fueron asignadas social y culturalmente hace
siglos, y a las que intentamos
dar salida nosotras solitas y diariamente (a todas ellas sin que falte
una) haciendo juegos malabares.
Siempre hay excepciones, pero en términos generales "el ungüento" que nos mantiene pegadas a ese suelo pegajoso, es
la incapacidad que en general tenemos (aunque nos cueste confesarlo) de dejar
de hacer nuestras
tareas delegándolas - al 100% y con todas las consecuencias- en el resto de
miembros de la unidad familiar.
Nada de ¿te
ayudo o me ayudas?, sino de un reparto real de
responsabilidades. ¡Uff! Dificil ¿no?
Y precisamente porque nos resulta
difícil, hacemos amagos cuando el
vaso está a puntito de rebosar, pero no rematamos.
Tras la tempestad, volvemos a coger el timón hasta
la próxima sacudida, haciendo que el resto de la familia se acostumbre a que
seas tú la que hace listas interminables de productos a comprar, labores a
realizar, citas a las que asistir, a que te pases el día de mal humor y
frustrada por no tener tiempo ni para respirar.
Se acostumbran porque es lo más fácil.
¿Dónde reside realmente el
problema? ¿Quién tiene la culpa?
Hagamos un repaso por las situaciones más
habituales y los mantras de deberíamos repetirnos, para dar pequeños pasitos
hacia la delegación y a lo que conlleva ¡la liberación!:
Situación 1:
Frases que la identifica: “¡Mamáaaaa!
¿Sabes dónde guardé los calcetines azules? o “Cariño, ¿qué botón es el del
programa de prelavado?”
Situación 2
Frase que la identifica:
“¡Así no se tiende la
ropa!”.
Situación 3
Frase que la identifica
“¿Pero aún no has terminado
de planchar las camisas? Anda trae que las planche yo, que si no…. ¡¡Hoy no
cenamos!!”
Situación 4
Frase que la identifica: Domingo
por la mañana: “Pero ¿qué haces ahí sentado
leyendo el periódico? Hay que hacer las camas, poner dos lavadoras, preparar la
comida de toda la semana, tenemos que ir a ver a tus padres y a los míos,
recoger la ropa,...”
Ahora te propongo un
ejercicio.
Vuelve a leer esos mantras desde otra perspectiva, esta vez olvídate de las tareas domésticas
y céntrate en el ámbito profesional ¿no crees que aplican? ¡claro que sí!
Por desgracia la
incapacidad de delegar es el día a día al que se enfrentan muchos jefes
sobrepasados y sufren sus equipos desmotivados.
Al final va a ser verdad: La culpa la tiene el suelo pegajoso.
O no. ¿Qué opinas tú?
martes, 3 de marzo de 2015
Qué quieres en realidad: trabajadores alineados ó alienados.
Tras
el juego de palabras se esconde toda una filosofía empresarial.
La
mayoría de las organizaciones esperan que sus empleados estén alineados con la estrategia, que compartan sus principio,
valores y objetivos pero, ¿lo desean
realmente, o más bien requieren que se siga al CEO hasta el infinito y
más allá, sin dudas y sin rechistar?
No
se puede generalizar. Afortunadamente hay empresas que apuestan por lo primero
y hacen evidente este principio. Pero otras…
Hace
ya algunos años llegó a mis manos una propuesta de
evaluación del desempeño en la que se pretendía valorar, entre otros
aspectos, la alineación estratégica del
candidato evaluado. Es más, se pedía al propio evaluado que presentara ante el
evaluador evidencias empíricas de la ansiada competencia.
Creo
que muchos de vosotros estaréis conmigo en que la propuesta era, a priori y en
el mejor de los casos, especial.
La
empresa en la que se quería implantar, era una organización con serios
problemas de liderazgo y comunicación; las encuestas de clima laboral que me
dejaron ojear mostraban resultados evidentes y demoledores: el descontento
aumentaba; el despliegue de objetivos empresariales había quedado en una
secuencia de propósitos no explicados, lo que hacía que fueran opacos para la
mayoría de empleados, a los que se les comunicaban los objetivos anuales muchas
veces sin explicarles en qué consistía realmente su contribución al logro de
los mismos; se ponían en marcha proyectos, nuevas líneas de productos, comités
participativos que eran conocidos únicamente por los participantes…
En fin, una estructura en la que difícilmente se podía asegurar, así con un simple vistazo, que sus empleados estuvieran alineados con la estrategia, simplemente porque ésta no existía o de existir no era en absoluto conocida.
2. Reformula el despliegue de objetivos.
a. Por qué se han fijado esos objetivos y no otros tanto para el departamento como para él/ella.
b. En qué medida es importante que éstos se cumplan.
3. Deja espacio para la innovación y las iniciativas que os ayuden a mejorar resultados.
Imagen: PixabayEn fin, una estructura en la que difícilmente se podía asegurar, así con un simple vistazo, que sus empleados estuvieran alineados con la estrategia, simplemente porque ésta no existía o de existir no era en absoluto conocida.
Siendo
el descontento tan evidente ¿qué se quería conseguir realmente con esta
evaluación? Posiblemente acallar voces disonantes. No lo sé.
Cuando
se dirige, en ocasiones resulta difícil encajar las críticas, sean o no
constructivas.
Hay
quienes aparentemente desean estar rodeados de un equipo cohesionado e involucrado cuando lo que esperan en realidad es que éste se
convierta en su coro de palmeros.
Si pretendemos que nuestros colaboradores se alineen con la estrategia empresarial, tenemos
que trabajar duro, más que decir cosas (sin
duda importante) hay que hacer cosas; lo dicho y lo hecho deben fluir en
armonía, en consonancia.
La
incoherencia se detecta a la legua y es un ingrediente que en cocción lenta
produce un gran suflé.
Si eres de los que realmente quieres la alineación estratégica de tus colaboradores, ahí van tres sugerencias:
1. Explícales
claramente cuál es la misión, visión y valores de la empresa y lo que es más
importante, del área de la que eres responsable.
Muchas
veces esto se da por supuesto. No lo hagas, dedícale el tiempo necesario a
establecer esa unión entre lo que hacéis y por qué lo hacéis.
2. Reformula el despliegue de objetivos.
No
des por sentado que unas líneas en un papel, en una presentación o en un
dossier sobre objetivos generales de la compañía son suficientes para que tus
colaboradores sepan:
a. Por qué se han fijado esos objetivos y no otros tanto para el departamento como para él/ella.
b. En qué medida es importante que éstos se cumplan.
Debes
ser capaz de concretar, de hacer entender al colaborador cómo su aportación, su valor añadido
es fundamental para que los resultados se consigan.
3. Deja espacio para la innovación y las iniciativas que os ayuden a mejorar resultados.
Ese
sin duda será un indicador de que vas por el buen camino, de que tus
colaboradores tienen claro donde queréis llegar y por qué.
No
todas las propuestas podrán ponerse en marcha; explícales el motivo de no
hacerlo: por tiempos, por prioridades, por recursos… todo menos “porque no y punto” (tanto explícito como
implícito).
Ahora
bien, si lo importante es que tu equipo te siga cual capataz de plantación algodonera… no te molestes, y sobre todo no les engañes: no
quieres que estén alineados, sólo alienados y ellos lo saben.
¿Qué
opinas tú?
martes, 10 de febrero de 2015
Infografía: 5 hábitos para desarrollar resiliencia
Te preguntas cómo puedes
llegar a ser resiliente. Echa un vistazo a las 5
características que identifican a las personas resilientes.
Conviértelas en hábitos.
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