Sí, sí, existe y aunque no
esté catalogado como enfermedad mental, es un trastorno que identificaron las
psicólogas Pauline Clance y Suzanne Imes allá por 1978.
En la píldora formativa de
hoy, aprenderemos gracias a Patricia Ramírez (tienes el vídeo íntegro al final
del post) qué es, cómo se identifica y pautas para minimizar su efecto.
Qué
es el síndrome del impostor
Quienes lo padecen
–personas exitosas a nivel profesional- son incapaces de interiorizar sus
logros.
Creen que su éxito (normalmente
llega rápido y es contundente) se debe a circunstancias externas: el azar, la
oportunidad, la suerte. Ellas (sus conocimientos,
habilidades, talento) poco o nada han tenido que ver en ello.
Pasaban por allí, y ¡oye,
así a lo tonto, de pronto eran directivos de una multinacional o habían vendido
más de 200.000 ejemplares de ese librillo que escribieron en un suspiro!
Como minimizan, por no
decir que ocultan, su propuesta de valor, se convencen de que ésta no existe y
de que algún día en algún momento alguien se dará cuenta de que son un
auténtico “tongo”, un fraude.
Sienten realmente que lo
son.
Están convencidos de que los
demás acabarán por descubrirlos y señalarles con el dedo acusador.
Viven angustiados por la
inseguridad y el miedo.
Para
no caer en él, mantén a raya sus causas.
1. Baja autoestima.
Si
no eres capaz de reconocer tus méritos, tu talento, aquello que haces
especialmente bien, difícilmente disfrutarás de lo que consigas.
El
reconocimiento externo es necesario pero el interno, el que te dices cada
mañana al mirarte al espejo es realmente un gran impulsor.
No
se puede andar con la autoestima a la altura del tobillo, porque es muy
probable de que sin querer o queriendo otros te la pisen.
2. Exceso de humildad.
Entre
el autobombo, el hablar y hablar de lo bien que sabes hacerlo todo y que el
mundo se mueve gracias a ti, y el más absoluto de los silencios hay un término
medio.
No
sólo debes decirte a ti mism@ “oye, qué
bien me ha salido esta tarta” “estuve
brillante en la reunión” “qué bien
estoy llevando este proyecto”, sino que debes dar un paso más y contarlo a
tu entorno.
Hablar
de los méritos es necesario.
Si
no lo haces tú ¿Quién crees que lo va a hacer?
3. Atribución éxito fracaso.
Como
dice Patricia Ramírez, parece que sin esfuerzo no se consiguen las cosas.
Aquella
frase de “la fama cuesta y aquí es donde
vais a empezar a pagar con sudor”, se nos ha quedado grabada a fuego en la
mente y en el alma.
El
esfuerzo es importante, pero es cierto que todos tenemos una habilidad especial
para hacer “algo” y ese “algo” lo hacemos como por arte de magia, rápido y
bien. No nos cuesta. Pero a otros sí.
Como
no te cuesta (es el signo más claro de un talento natural), no le das
importancia, es más, se la restas.
Las
personas que padecen el síndrome del
impostor, son talentosas y muy competentes pero para ellas conseguir el que
las cosas salgan así de bien es su deber,
y cometer un error, por pequeño que sea, una falta que no se perdonarán
fácilmente.
¿Y cuáles son las pautas a seguir si
claramente “padeces” este síndrome?
Patricia
Ramírez nos propone las siguientes.