A
los seres humanos –cierto es que a unos más que a otros- nos encanta etiquetar,
clasificar, compartimentar. Lo tremendo es que no sólo lo hacemos con objetos
materiales, sino que somos expertos en ponerlo en práctica con las personas que
nos rodean.
Fuente: Pixabay |
Resulta
arduo reconocer que esta obsesión por el “orden” es bidireccional: lo que
hacemos, otros lo hacen con nosotros. Y normalmente cuando nos damos cuenta de
la etiqueta que nos han colgado –justificada o injustificadamente- es demasiado
tarde para cambiarla.
Pegar
una pegatina sobre tu frente es curiosamente fácil; despegarla prácticamente
imposible (ni con un disolvente extrafuerte conseguirás que desaparezca, y lo
que es peor, todo el mundo pondrá su atención en ella como si de luces de neón
se tratara y no verá el resto de tu rostro y mucho menos el resto de tu persona).
Existe
una dinámica de grupo muy utilizada en seminarios de management que pone de manifiesto precisamente esto:
El
role-playing consiste en simular una reunión de trabajo. A
cada participante se le hace entrega de un guión: puesto que ocupa en la
organización, postura que tiene respecto al tema a discutir, habilidades innatas
que ha de utilizar.., y una gorrita con
un letrero bien grande que los demás verán cuando te relaciones con ellos y
donde aparece tu calificativo -normalmente opuesto a las competencias que se
supone que has de mostrar-.
El
resultado… alucinante. Da igual lo que digas o cómo lo digas, el grupo te
tratará únicamente teniendo en cuenta lo que leen en el “cartelito” que
sostienes sobre tu cabeza.
Hay
muchas formas de detectar cual es tu etiquetado. Siguiendo con el ejemplo de
las reuniones, intentaré darte pistas.
Para que la identificación sea efectiva los comportamientos descritos deben darse de manera asidua y repetitiva por quien dirige o convoca las reuniones de trabajo.
Para que la identificación sea efectiva los comportamientos descritos deben darse de manera asidua y repetitiva por quien dirige o convoca las reuniones de trabajo.
“El que no habla”:
Pase lo que pase a tu alrededor el responsable cree que nunca darás tu opinión
en un foro público, prefieres hacerlo en otros contextos. No es que piense que
eres Forrest Gump pero sí una persona bastante insegura y a la
que puede paralizar el miedo.
“El pasota”: Esta
etiqueta es cuanto menos peligrosa. Para el responsable no te interesan esas
reuniones de seguimiento ni lo que se dice en ellas. Si te mantiene en el
equipo es porque 1) trabajas y trabajas bien sacando adelante tus tareas, 2)
cree que tu pasotismo es fruto de una actitud evasiva (“haré lo que diga el resto”) y de una cierta superficialidad (“esto de las reuniones es un rollo patatero, que me dejen en paz”). Trata
de que el punto 1 pese más que el 2. De no ser así el tic-tac de la alarma debe
activarse en tu interior.
SUPUESTO 2: Una
variante del 1. Se sienta frente a ti y antes de iniciar la reunión te pregunta
directamente, obligándote así a posicionarte incluso antes de que se exponga el
problema a debatir.
“El que siempre lleva la
contraria”. Posiblemente
respondas sin problemas, porque entre tus virtudes se encuentre la asertividad.
Tal vez en alguna ocasión le dijiste abiertamente “no comparto tu postura” y de un hecho puntual ha pasado a
generalizar. Es complicado estar clasificado así, sea o no cierto, ya que poco
a poco dejarán de contar contigo.
“El francotirador”. Si al hacerte esa primera pregunta no te
posicionas y a lo largo de la reunión constantemente trata de que adoptes como
postura la suya, confirmarás lo que opina de ti y te puedes imaginar lo que
esto significa: nada bueno. Considera que eres mejor que Maquiavelo, que tienes
un liderazgo informal muy fuerte, que mueves los hilos mejor que las Tejedoras
de la Real Fábrica de Tapices, introduciendo el conflicto de manera soterrada y
teniendo un gran control sobre los “tempos”.
SUPUESTO 3: El Responsable
intenta no tenerte delante, ni mirarte a los ojos eludiendo interpelarte.
“El que habla mucho y todo el
tiempo”. Será definitivo para
esta “clasificación” si eres de las personas que cuchichea con unos y con otros
durante la reunión. En su visión de ti incluye la dispersión, la falta de
escucha activa y de resolución creativa.
SUPUESTO 4: Directamente
no te convoca a la reunión. Días después te llama a su despacho y mantiene una
entrevista contigo para tratar los asuntos analizados en el foro y que a solas
puedas exponer tus ideas.
Visto así, esta situación incluso puede
alagarte, pero cuidado, es una de las peores marcas de etiquetado:
“El agresivo”: La imagen que según él proyectas es la de aquel
que expresa abiertamente y de forma visceral su disconformidad con los asuntos,
una persona difícil, con escaso autocontrol que puede romper el consenso del
grupo. De ser así, ten claro que para el siguiente proyecto, si puede, no
contará contigo.
Y ahora sé honesto… ¿no aplicas tú las
mismas técnicas con tus colaboradores?
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