“Bueno, todos hemos
manipulado a nuestros colaboradores alguna vez, en eso consiste dirigir ¿no?”.
Con esa pregunta se
encendió la mecha del debate. No me gusta, por principio, la manipulación; ni
ejercerla y mucho menos sufrirla. Si echo la vista a atrás, mis principales conflictos
tanto personales como profesionales han surgido al ser consciente de que se
estaba manipulando, distorsionando la realidad para conseguir un fin que muchas
veces ni estaba definido.
Sacamos los smartphones y buscamos la definición de
uno y otro término:
Entre las múltiples
definiciones que encontramos en el diccionario de la RAE:
Dirigir es
“Guiar,
mostrando o dando las señas de un camino.”
“Gobernar,
regir, dar reglas para el manejo de una dependencia, empresa o pretensión”.
“Orientar,
guiar,
aconsejar a quien realiza un trabajo”
Mientras
que manipular es
“Manejar
alguien los negocios a su modo, o mezclarse en los ajenos”
Creo que está clara la
diferencia ¿no?; una cosa es ser hábil socialmente, manejar información y
comunicarla en la medida en la que esta sea necesaria para orientar al equipo y
conseguir alcanzar resultados y otra muy distinta dar a todo la vuelta como a
un calcetín y jugar a las amistades
peligrosas para llegar aparentemente a la misma meta.
En esa comida, había
comensales que tenían tan interiorizada la práctica que ya ni se daban cuenta
de que la mentira y la distorsión formaba parte no ya de su forma de dirigir, sino de su forma de ser.
Tan ciegos estaban que incluso hablaban maravillas del efecto que un “divide
y vencerás” tenía sobre el departamento e incluso la organización.
Otros menos valientes o
más moderados, vete tú a saber, aun reconociendo que en alguna ocasión habían
puesto en práctica el arte de manipular -lo que se justificó como “segmentación de la
información” e incluso “dotes de mando”
y “gestión de conflictos”- lo habían hecho muy
puntualmente y siempre por el bien común.
En mi opinión cuando para
conseguir resultados es necesario manipular y hacerlo por sistema, algo falla
en el equipo, en la empresa, en nosotros mismos o todo a la vez.
Como sufridora de
manipulaciones y no siendo fácilmente manipulable, puedo asegurar que los
efectos son demoledores. Quien imprime a su estilo de liderazgo esa marca personal acaba solo, aunque aparentemente siga rodeado de multitudes.
El problema es que en la
cuneta deja tiradas y aparcadas demasiadas ilusiones, motivaciones y talento.
Modificando el estribillo
de la canción “No es lo mismo” de Alejandro
Sanz:
No
es lo mismo ser que estar,
No es lo mismo dirigir que manipular, ¡qué va!
No
es lo mismo, es distinto
¿Qué opinas?