Uno
traspasa la frontera de los 40 y ¡oye, que comienzan a suceder cosas en tu
interior y en tu exterior que antes ni existían!
Las
externas, las del envoltorio, son más o menos evidentes dependiendo de los
genes, de la alegría que le hayas
dado a tu cuerpo Macarena y de los
cuidados con los que lo hayas mimado y reparado.
Mejor
no hablar de ellas. Las ves, están ahí, conviven contigo como “Los otros” y aprendes a detectarlas al
vuelo cada vez que te miras en el espejo. ¡Horror!
Soy
de las que opina que hay que saber envejecer. Cada
arruga, cada cana muestran el mapa de toda una vida vivida. Respeto a
los que se afanan en aparentar 10 años menos, pero no formo parte de su club.
Creo
sinceramente que sobrevaloramos lo que fuimos en nuestra juventud. Nos gusta
hablar de los sueños rotos y del ímpetu que teníamos a los 20 años, cuando todo
estaba por llegar; de la ilusión que le añadíamos a cada decisión, a cada
proyecto; y es cierto…a medias:
Porque
a los 20 años:
-
Normalmente
no nos conocemos.
-
Intuimos lo
que nos podría gustar y hacernos felices, pero tenemos serias dudas al
respecto.
-
Vemos el horizonte allí a lo lejos y creemos que si
le ponemos ganas, muchas ganas y tiempo, mucho tiempo, lo conseguiremos.
Pero
con 40:
-
Si o si nos
conocemos (aunque algunos no lleguen a hacerlo nunca ya que mirar en el
interior es un ejercicio complicado y en ocasiones doloroso; aceptar qué y
quien eres puede no ser grato; enfrentarte a tus demonios menos aún) lo que nos
hace más fuertes frente a las críticas.
-
Tal vez aún
no sepamos lo que nos gustaría hacer con nuestra vida, pero lo que sí tenemos claro es lo que no queremos en ella.
Delimitamos. Diversificamos nuestra atención. Dejamos de ser lo que otros quisieron
que fuéramos para centrarnos en lo que queremos ser ¡pese a quien pese!
-
No estamos
para tonterías. Atrás quedaron las alineaciones estratégicas sin condiciones ni
condicionantes (pareja, amigos, trabajo…). “Si quieres que te siga convénceme”.
Porque ahora
sabemos:
Que en el camino recorrido hemos perdido mucha vida y que el
resultado no siempre ha hecho que mereciera la pena.
Que la meritocracia no es suficiente, ni lo más importante.
Que el horizonte no es algo estático, sino que lo cambian de sitio
constantemente.
Que la energía no la dan los años, sino los sueños.
Que hay muchas formas de esclavitud, y que por la Libertad se paga un
alto precio.
Y todo eso, entre otras cosas, nos hace ser más SABIOS.
O eso creemos.
O eso creemos.
¿Qué opinas tú?