Hoy te propongo un ejercicio: escrutar las conexiones que has establecido en tu lugar de trabajo a lo largo de los años, con tu equipo, con colegas, incluso con tus Jefes.
Haz dos grupos: en el primero incluye a todos aquellos con los que te llevas bien y en el segundo a los que te provocan indiferencia o un sarpullido considerable.
Olvídate del segundo.
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Imagen: Pixabay |
Sobre el primero aplica la prueba del algodón y comprueba la “limpieza” del vínculo que realmente os une; contesta a esta pregunta ¿con cuántos de ellos mantendrías la misma relación actual –en intensidad, frecuencia y camaradería-si en un hipotético caso, dejaras/dejara de ocupar el puesto que ocupas/ocupa–el que sea?; tómate tu tiempo para contestar e intenta ser sincero al analizar si vuestro intercambio se basa en lo personal –lo que nos queda cuando nos despojan de nuestro cetro o lanzamos por los aires nuestra corona-, o utiliza lo personal – el acercamiento, las confidencias, incluso favores- para conseguir mediante atajos, “ayudas” profesionales del tipo que sea.
El número se reduce considerablemente ¿no?; pues salvo honrosas y sorpresivas excepciones – que las hay-, ese grupo más o menos nutrido al que te unen sentimientos (si has hecho bien el ejercicio te sobrarán dedos de una mano para contar las personas que lo integran), será con el que cuentes si se produce un cambio.
Del resto espera cualquier cosa y cuando suceda, intenta sufrir lo menos posible, para lo que es imprescindible colocarlas en el lugar adecuado, huir del autoengaño y de la ira: son relaciones necesarias, pero no imprescindibles. Hay que mantenerlas dentro de la esfera de lo políticamente correcto, de lo social y profesionalmente necesario, dentro de tu network, invertir tiempo en ellas pero no trocitos de corazón.
Como me decía hace unos días una antigua colaboradora mientras tomábamos un café, lo realmente importante es saber quien está a tu lado por lo que tú eres y/o vales como persona y quien se acerca al árbol del poder. Cierto.
Estos últimos, cuando el árbol deje de dar sombra, saltarán del barco como las ratas en un naufragio y buscarán otro refugio e incluso se quejarán de lo inútil que era el primero. Cosas de la vida. Pura supervivencia laboral. Decepcionante, sí; cobarde, puede; pero al fin y al cabo humano.
Podría contar experiencias propias, como todos, pero he decidido compartir con vosotros la historia de una alta Directiva que tras más de 20 años dirigiendo empresas importantes, una tarde recibió una llamada mediante la que le comunicaron su despido al día siguiente previa asistencia a un Consejo de Administración. Trasladó la noticia a su equipo directivo, en el que estaban presentes nuevos fichajes, y “manos derechas” que la habían acompañado durante años en su carrera profesional y a los que consideraba compañeros fieles y leales, me atrevería a decir que amigos. A media mañana regresó a su despacho para recoger sus cosas y en la antesala se encontró con el nuevo Director que iba a ocupar su cargo (os podéis imaginar el momentazo). A las 2 de la tarde todo su ex equipo directivo, sin excepción, estaba comiendo con el nuevo “Jefe” entre sonrisas nerviosas y codazos en las costillas para estar lo más cerca posible de él, mientras ella tenía sobre la mesa de reuniones una bandeja con un par de sándwiches que se comió en la más absoluta soledad a la par que embalaba con premura sus pertenencias, sus lágrimas, su disgusto y su frustración. Nunca después de aquello la oí hablar de la tremenda decepción y profunda tristeza que mostraban aquel día sus ojos. Pero tuvo que doler, y doler mucho. A mí me sirvió para recolocar alguna que otra relación, y no me confundí.
Por eso es necesaria la prueba del algodón, para que una vez concluida, intentes fortalecer los lazos en las relaciones personales y de amistad con las que realmente cuentas en tu entorno laboral. Las de verdad. Que no te asuste el que sean pocas.
Riégalas. Frecuentemente. Con detalles pequeños o grandes, según requiera cada momento. Mímalas. Deja que te mimen.
En este tipo de vínculos uno debe ser como realmente es, sin artificios.
Deben basarse en intercambios equitativos. Dar y recibir. Estar y que estén.
No pienses en el futuro. Piensa en el presente, disfrutando de cada café, comida, llamada telefónica, mail o sms que compartáis.
Lo que llegue, llegará y seguro que si los necesitas estarán ahí, porque también tú estuviste con ellos cuando necesitaban contarte lo dura que había sido la reunión con un cliente, la conversación tensa con su jefe, el catarro de su hija, el fracaso del proyecto en el que habían trabajado durante meses, las dudas sobre su futuro profesional o la crisis en su relación de pareja.
Para evitar decepciones no hay que depositar grandes expectativas en quien no lo merece; y recuerda que “el algodón no engaña”.