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Para este autor la mediocridad es la
ausencia de impulso o pasión interior hacia la excelencia, hacia la superación
y la creatividad, actitudes todas ellas
innatas en el ser humano.
En mi experiencia en la Gestión de Personas
me he encontrado con mediocres de los tres tipos, tanto colaboradores como
responsables de igual o superior nivel, pero sin duda los MIA son los que más
daño han infligido a las Organizaciones y
a muchas de las personas que las integraban. Es sumamente difícil neutralizar
su impacto, tan sólo podemos intentar minimizarlo.
Siguiendo la definición de González de
Rivera, un MIA es Mediocre porque no siente el impulso real hacia la mejora
continua, de ejercerlo, simplemente será una pose – por ejemplo, aunque lidere
la implantación del modelo EFQM en la Empresa no tendrá otro objetivo que la
obtención de una medalla para colgar de su pechera-. Es Inoperante o Pseudoperante
porque hacer, hace cosas, pero de manera repetitiva, sin finalidad real, simplemente
porque se han de hacer o porque siempre se han hecho así. Finalmente es Activo
porque se pasa el día ocupado, cualquiera
diría que incluso abrumado por sus responsabilidades, pero ¿para qué?
Los MIA presentan los siguientes
comportamientos acumulativos:
Tienen el ego tamaño zeppelín y además es de marca. Con
cualquier excusa, venga o no al caso, cuentan a todo aquel que pase por su lado:
en la máquina del café, en un Comité, en una sesión de trabajo… que su casa
está en la mejor urbanización, su coche es el último modelo, sus trajes por
supuesto son carísimos, han estudiado en las Escuelas de Negocio más
prestigiosas y en sus trabajos previos ocupaban puestazos. Suelen intercalar
esta verborrea con alardes sobre su networking en el que incluyen a las
personas más prestigiosas del Sector hablando de ellas como si fueran amigos de
toda la vida. Un buen día descubres que gran parte de lo que exponen son mentiras,
o más bien medias verdades, a la postre las más difíciles de desmontar.
Se presentan ante el mundo en
general y el laboral en particular como “Mesías”.
Son “los
elegidos”, personas que creen poseer una clarividencia interior y una
sabiduría que para él la habría querido Petete el del Libro Gordo; ellos y sólo
ellos saben lo que está bien, lo que es correcto; piensan que la Empresa ha tenido
una gran suerte al contratarles. Ya sabéis que se dice que “la ignorancia es muy osada”, dadles poder y/o notoriedad y entrareis
de cabeza en el infierno.
No entiende de sutilezas, no os molestéis.
La verdad es que tampoco escuchan las críticas abiertas. La asertividad simplemente
no funciona con ellos. Tienen la piel de un rinoceronte y atacan tan ferozmente
como este animal.
La envidia les corroe, no
soportan el mérito ajeno. Sólo ellos tienen el derecho a brillar
(cosa bastante improbable dada las carencias en sus competencias técnicas y
actitudinales) y no les temblará el pié al pisar a auténticos profesionales
como si se trataran de cucarachas (así reafirman ante ellos mismos su
hipotética superioridad). Lo normal es que un MIA tenga un armario lleno de
cadáveres.
Pueden pasar semanas,
meses e incluso años realizando listas y listas de
errores que comenten otras personas –sobre todo las cometidas por excelentes
profesionales-, pero sólo serán capaces
de editarlas, registrarlas, engrandecerlas y comunicarlas a voz en grito para
que se entere “todo el mundo”. Jamás elaborarán
una propuesta constructiva realista o diseñarán un plan de mejora, simplemente
porque no saben hacerlo, aunque mejor no se lo propongais no vayais a
encontraros con un manual de 250 páginas, enrevesado y lleno de auténticas
memeces en el que os enseñen cómo ha de salir el vaso de café de la máquina de
vending (“a ver si aprende de una vez el
inútil del responsable de mantenimiento que debería estar de patitas en la
calle” sería la rúbrica con la que un MIA cerraría su informe).
Esta actividad frenética y sin sentido les
mantiene hiperocupados todo el día de aquí para allá haciendo nada. Salvar al
mundo es una tarea sumamente ardua y ha recaído sobre sus hombros. Y cuando
tienen poder es aun peor: el peso de su ineficacia recaerá en los hombros de sus
subordinados, a los que asfixiará hasta la extenuación; como son incapaces de
trazar una estrategia o planificar las acciones a acometer todo será urgente y
prioritario, con la subsiguiente parálisis organizativa.
¿Herramientas? Más bien humildes consejos extraídos
de mis propias experiencias.
Si el MIA es un colaborador deberías
valorar seriamente prescindir de él/ella cuanto antes. De lo contrario acabará ejerciendo
un liderazgo informal tóxico que destrozará al equipo. Entonces serán varios los
que acaben en la cuerda floja -entre ellos probablemente tú-.
Si es un igual o tienes que relacionarte
asiduamente con él/ella, paciencia, grandes dosis de paciencia y si puedes, INDIFERENCIA. Ser transparentes es lo peor que
les puede pasar a los individuos con este Síndrome. Deja las emociones en el
armario, esto te permitirá mantener el control en las situaciones conflictivas
a las que seguro te conducirá.
Si es tu Jefe, lo lamento. Supongo que tan
pronto como puedas abandonarás la Empresa o pedirás un traslado a otro
Departamento. No lo vivas como un fracaso. Cuando un MIA entra por la puerta de
la Dirección el talento salta por la ventana. Pura supervivencia.